Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

viernes, 19 de abril de 2024

 


OS CUENTO…

5 y 12 de noviembre 2023

Hay semanas que las cosas se tuercen. Sin ser nada grave (para mí, en lo personal, solo la salud, si falta, es grave) entras en un estado de malestar, la luz se atempera y las nubes pesadas se instalan en la cabeza. Unas gafas, como aquellas que te daban a la entrada de aquellos cines de tres dimensiones, se acoplan en los ojos y ves todo en una sola dimensión y de color gris. Necesitas anestesia para que pasen los días.

Encima, la novela que estaba leyendo se me cerró herméticamente y no podía entrar en ella de ninguna manera, insistí e insistí, leí casi doscientas páginas. No hubo manera. Es un autor que me encanta y del que he leído varias novelas, Orhan Pamuk, ambienta sus historias en Estambul, una ciudad que deseo visitar hace mucho y cuyos planes para hacerlo siempre se han frustrado.

Nunca abandono un libro, nunca quiere decir que en toda mi vida lectora me sobrarían dedos de las dos manos para contarlos. De esos abandonos, un autor tiene el récord: Henry Miller y sus Trópicos. Para mí, cuando era veinteañera, una autora de referencia y que leí completa fue Anaïs Nin y ella tenía una relación personal con Miller que me animó a leerlo. Todo fue inútil, lo abandoné hace años y no le he dado una nueva oportunidad nunca. Explico esto porque si quito a Miller de la lista de abandonos con una mano tendría de sobra para contar los libros que he dejado de leer. En esa lista ha entrado El libro negro.

Mi obstinación en no abandonar la lectura de ficción es una marca de la casa, no he pensado los motivos y no lo voy a hacer ahora, qué más da…

Podría pensarse que han sido esos días espesos, pero no es así. Tengo la gran suerte de que cuando empiezo a leer, traspaso la puerta de la realidad y lo que me ocurre queda atrás, nunca he tenido crisis lectoras (excepto con la poesía que solo leo en situaciones personales determinadas y luego pasan años sin que lea un poema). De hecho, abandoné a Pamuk y ya estoy enfrascada en otra novela y en el resto de los libros de no ficción (pero de eso hablaré otro día).

Cine y series para otro día. De música, una guitarra excepcional: la del brasileiro Yamandu Costa.

OS CUENTO…

19 y 26 de noviembre 2023

La primera semana transcurría con normalidad hasta que todo saltó por los aires: mi madre que es muy vulnerable por la edad (87 años) y por sus enfermedades crónicas, entre ellas de vías respiratorias fue ingresada en el hospital por Covid.

A partir de ahí entró, y yo con ella, en ese universo tan excepcional del hospital (uno muy grande, además). El tiempo se rompe intempestivamente, se produce una distorsión del tiempo homogéneo, se interrumpe el flujo temporal y se entra en otro curso del tiempo.  El tiempo queda suspendido, congelado, se ralentiza. La Modernidad iguala las temporalidades (en la historia oficial), pero todas las personas hemos experimentado cómo el tiempo se desboca o se ralentiza.

La inquietud, la tensión, la confusión, la incertidumbre de lo que puede ocurrir te embarga. La información es escasa (durante el fin de semana cuando llegué, nula) y debes afrontar la situación de alguien querido sin tener herramientas para hacerlo, ves como se consume, como la medicación le produce efectos indeseados (la cortisona le produjo azúcar, alucinaciones, etc.). En esos momentos piensas en la vida y en la muerte, en la vida que merece la pena vivirse y en la que no… en fin, muchos pensamientos vienen y van.

Yo no soporto el calor, en los hospitales es agobiante, en las habitaciones Covid, más. La puerta debe estar cerrada siempre (yo hacía trampa y abría una ranura de la puerta, no creo que refrescara mucho, pero mi sensación de agobio disminuía) y me había desacostumbrado a llevar mascarilla durante horas.

He leído muy poco, pero la novela que llevo entre manos me ha acompañado en todo momento: Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett. Una mujer/hombre (¿hermafrodita? ¿Trans?... de momento no lo tengo claro) forma parte del maquis antifranquista en el Bajo Aragón. El régimen dictatorial construye una leyenda de «La Pastora», como la llamaban y era conocida, como alguien sanguinario, cruel y despiadado (escribo en masculino porque lo reconocían como hombre en el maquis). Está basada en hechos reales.

Música escucho poca (la clásica me ha calmado de tanta inquietud) y estoy con una miniserie: Undoing.

miércoles, 3 de abril de 2024

Otra historia, otra memoria A través del temblor. Cuerpo, visiones y política de Carlota Fuentevilla

 




Un libro tiene casi tantas lecturas como personas que lo leen. Es inevitable que mi lectura se sitúe en el ámbito de la historia y de la memoria, de ahí el título. Hace tiempo que pienso que la historia es más discontinua y contradictoria que lineal, continua y coherente como suele plantear la Historia con mayúscula. La labor de la historia (de la genealogía) es recoger las historias discontinuas, sorprendentes e inesperadas y llevar a cabo un registro retrospectivo de los conflictos, de los accidentes, de los desórdenes, pero también de los afectos y de los saberes que no encajan en esa Historia ordenada a la que estamos acostumbradas.

Estas historias poco visibles, descartadas y olvidadas pueden converger y pueden hacernos conservar, como dice Carlota Fuentevilla, la memoria viva y la complejidad de la memoria colectiva, con sus zonas oscuras y los puntos ciegos, que también funcionan como marcos y coordenadas donde establecer aquello que sucedió. Estas historias son una especie de transmisión subterránea y lateral, una especie de contrabando cultural y bastardo, como dice Paul B. Preciado, de lo descartado por no tener cabida en la Historia convencional e institucional.

En A través del temblor. Cuerpo, visiones y política[1], la autora cuenta las historias de Conchita González y Leonora Carrington que no pertenecen a los grandes relatos de la Historia. Conchita y Leonora son personas comunes, individualidades que personalizan el potencial de la inteligencia colectiva y que muestran sus capacidades. Las conexiones que realiza la autora pretenden buscar una «gran constelación» que puede revelar «otra historia» que permanece oculta. Para descubrirla es necesario realizar una especie de trabajo geológico en el que el peso de la historia funciona a través de una acumulación espacial de «capas» heterogéneas, no a través de la linealidad homogénea.

Carlota Fuentevilla parte de las apariciones y visiones para indagar en qué dicen de la sociedad de la que forman parte, así como de la religiosidad en la que están inmersas.

Pero la autora pretende ir más lejos y establecer esa «gran constelación» de la que habla y que abarca las relaciones de poder, lugar desde el que se han perpetrado de forma asidua distintos tipos de violencias para seguir perpetuándose. La autora rastrea cómo, dentro de esa trama, se han creado organizaciones, fuera y dentro de la Iglesia para regular, controlar, dialogar, canalizar o directamente para acabar con las heterodoxias.

Las relaciones sociales son relaciones de poder y este, en la línea de Foucault, se legitima a través del discurso y el saber: el conocimiento que deriva de ese discurso cristaliza a través de las instituciones y de ciertos aparatos de dominación que lo transforman en verdad acerca de la realidad y el propio individuo. La enfermedad mental ha ocupado siempre un lugar relevante en esas relaciones de poder

En la España franquista, la psiquiatría nacional estableció la «prevención» que se centró en el orden público y en la eliminación de la enfermedad mental instrumentalizando las premisas de la higiene mental. Se trataba de establecer, como señala la autora, la normalidad dentro del nuevo orden y el estrecho camino del que nadie debía salirse (y que vino marcado por la Iglesia y el poder autoritario).

Partiendo de estas bases, Carlota Fuentevilla nos presenta las historias de Leonora Carrington y Conchita González, se detiene en sus biografías y en cómo se patologizó la desobediencia y el desafío femenino. Algo que no era una novedad, ya que excavando en las «capas geológicas» del pasado se pueden encontrar ejemplos de abuso hacia las mujeres visionarias, médiums, creadoras o que tienen relación con prácticas consideradas sobrenaturales o con comportamientos susceptibles de asimilarse al campo de la locura. Y la autora logra mostrar la relación entre género, pobreza y locura que resulta evidente en los psiquiátricos.

Las vidas de Conchita y Leanora nunca se cruzaron personalmente, existía la conexión a través del doctor Morales Noriega (psiquiatra que tuvo una estrecha relación con el nacionalcatolicismo), y a través de la escritura de sus diarios en los que narraron sus propias experiencias. Experiencias que no encajan de ninguna manera con lo hegemónico y, por tanto, se relegan a una escritura a escondidas y a solas, un género literario menor.

Ambas tienen influencias de la tradición oral. Las clases populares, especialmente las mujeres, han pertenecido al mundo de la oralidad en el que no existe el pensamiento abstracto. El nivel de representación del mundo no está separado de la existencia, es decir, de la vivencia personal del mundo. En la tradición oral hay una voluntad profundamente política de situarse. Las historias eran suyas, pero a la vez hablaban de todo un pueblo y de las transformaciones que se producían.

Mientras Leanora es considerada como una mujer loca por su afán por escribir y salir del mundo exclusivamente oral, Conchita se mantiene dentro de la religiosidad popular que forma parte de la oralidad y que tiene un valor dentro de la vida comunitaria.

Desde lo psicológico la autora plantea que en los dos casos hay una imagen y contraimagen de la mujer. Conchita González era una niña creyente de un pueblo de montaña dedicada a las labores del campo que encarnaría la inocencia. En el reverso estaría Leonora, mujer con formación artística y creadora alejada de las prácticas católicas a quien se le atribuiría el arquetipo de una Lilith maliciosa, oscura y culpable por su comportamiento provocativo. Lilith representa la parte oscura y rebelde, el peligro, las mujeres esencializadas en una naturaleza traicionera y tentación descontrolada que se ha de reprimir.

En esta «gran constelación» que la autora construye en su libro, tiene una gran importancia el cuerpo. Contrapone el cuerpo del trabajo y de la reproducción que tiene dolor, que sufre, frente al cuerpo del éxtasis, liberado del dolor y de todos sus pecados. Carlota Fuentevilla se posiciona con claridad cuando afirma que negar desde el secularismo las formas de adaptación y emancipación de las mujeres dentro de la religiosidad popular es hacer la vista gorda, corriendo el riesgo de caer en restar agencia a muchas trabajadoras como nuestras antepasadas. Por medio está el proyecto burgués del nuevo hombre de la modernidad que se conforma en el rechazo y miedo al cuerpo no solo individual, sino también social. Un planteamiento que no deja de ser polémico, más si tenemos en cuenta la larga tradición anarquista y libertaria que potenció un proceso de secularización con la intención de acabar con la institución religiosa, pero también con la religiosidad popular femenina, desde el anticlericalismo.

 

Laura Vicente



[1] El libro fue publicado en 2023 por la editorial Levanta Fuego.

domingo, 24 de marzo de 2024

MUJERES LIBRES: DE LA EDICIÓN A LA REVOLUCIÓN

 



La edición de Mujeres libres y su proyecto

  • Redactar y editar una revista forma parte de un plan a largo plazo

En la década de 1930 existía, en la subjetividad de las mujeres libertarias y anarquistas, la necesidad de organizarse juntas y separadas de los hombres del movimiento libertario. Desde la I Internacional se habían llevado a cabo numerosos intentos de constituir organizaciones de mujeres (Teresa Claramunt sobresale en este aspecto). Tres mujeres, apoyadas en muchas otras, conocedoras de aquellos intentos y de aquellas mujeres, trataron de avivar aquellas brasas para intentarlo de nuevo: Mercedes Comaposada Guillén, Amparo Poch Gascón y Lucía Sánchez Saornil.

Tenían un plan a largo plazo: crear una organización de mujeres de clase y feminista que luchara por su emancipación dentro del proyecto libertario.

Para cumplimentar el plan, la edición de la revista tenía unos objetivos más inmediatos:

  1. La revista debía tejer una RED DE CORDIALIDAD entre las mujeres que formaban parte del proyecto (son palabras de Lucía a Josefa Tena de Mérida el 10 de julio de 1936). RED: núcleos de mujeres colaboradoras alrededor de la revista y CORDIALIDAD entendida en clave política, era una apuesta por el entendimiento como punto de partida para una vivencia corporal cercana y amable entre las componentes del proyecto.
  2. La revista debía CAPTAR y CAPACITAR a las mujeres obreras a quienes iba dirigida. Por eso la revista se inicia como revista de formación y cultura.

 Así salieron los tres primeros números (mayo, junio y julio) con una redacción formada por las tres mujeres mencionadas y unas secciones que definían sus intereses: Trabajo y sindicalismo (Lucía), Salud, sexualidad, maternidad e infancia (Amparo); Cultura (Mercedes); Educación (pretendían que fuera Antonia Maymón, pero debió negarse); Conflictos Internacionales (con posiciones antimilitaristas y a favor de la paz, alguien con seudónimo paz firmó dos de los tres artículos de los tres primeros números.

Solo escribieron mujeres.

En estos números anteriores a la Guerra Civil la mayoría de los artículos los escribieron las tres redactoras, pero fueron creando red y dando lugar a un amplio grupo de colaboradoras (40 mujeres firmaron textos en los trece números).

Entre las colaboradoras destacan 9 mujeres que firmaron 3 o más artículos acreditados en los trece números: las tres redactoras + Consuelo Berges Rábago (no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), que no escribió y se dedicó a tareas de edición durante la guerra ayudando a Mercedes.

Las 5 colaboradoras restantes fueron: Carmen Conde (no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), Lola Iturbe (anarquista de CNT y de la FAI, no forma parte de MMLL), Áurea Cuadrado, Pilar Granjel y Etta Federn (MMLL y otras organizaciones del Movimiento Libertario).

Si tenemos en cuenta las 9 mujeres más involucradas en la revista, observamos una alianza entre mujeres con títulos académicos (5 mujeres; de ellas 4 eran maestras: Carmen Conde, Pilar Granjel, Consuelo Berges y Amparo, esta con doble titulación Magisterio y Medicina; y Etta Federn Lenguas Germánicas y Filosofía) y 4 mujeres sin títulos académicos: 3 obreras Lola Iturbe, Áurea Cuadrado (Sindicato del Vestido) y Lucía (telefonista) y Mercedes; bastante formadas las 4 a través del autodidactismo.

Además, están las colaboradoras que no escriben y que se dedican a tareas de administración, distribución, venta, etc.

  • Acceso a la palabra con voz propia y en el espacio público ¿es revolucionario?

Las mujeres estaban (y aún están) excluidas de las palabras en el espacio público, pero no poder hablar no significa no tener voz. Su mundo fue el de la oralidad en el que el nivel de representación del mundo no está separado de la existencia, o vivencias personales de este mundo. En la oralidad apenas existe el pensamiento abstracto. El mundo de la oralidad era propio de las clases populares (no solo de las mujeres), pero mientras los hombres tenían acceso al espacio público (incluso los iletrados a través de las consignas en las manifestaciones y huelgas, su asistencia a mítines y conferencias, su presencia en reuniones sindicales, etc.), las mujeres tenían un acceso muy limitado.

Su acceso a la palabra era en el espacio doméstico, privado, pero ahí las palabras eran menospreciadas y desvalorizadas: hablaban de «cosas de mujeres», consideradas intrascendentes pese a que se referían a un área fundamental para la vida: los cuidados (sin embargo, eran consideradas: cotorreos, parloteos, cotilleos, chismorreo).

La revista fue para las mujeres de este proyecto un acceso a las palabras hablando con voz propia, sin interferencias masculinas, fue encender las palabras de las mujeres. Las mujeres que impulsaron la revista quisieron tomar, usar y escribir palabras para crear vínculos entre ellas y pronto se dieron cuenta de que la fuerza de las palabras se producía cuando prolongaban un cuerpo y lo enunciaban. Rechazaron las palabras separadas del cuerpo y por eso es una revista con ideas, pero escasamente ideologizada.

Las editoras y redactoras de la revista Mujeres Libres, podemos considerarlas como donadoras de palabras, nombradoras, como señala Rita Segato. Levantaron un maremoto de palabras a través de la revista abandonando el silencio. Romper una genealogía de mujeres silenciadas no era nada fácil.

¿Podemos hablar de una revolución de las palabras?

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Esta es un parte de mi intervención en el Congreso Internacional: Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)

miércoles, 13 de marzo de 2024

Annie Ernaux, Los años

 


 Dice Ernaux, al final de Los años, que es difícil apreciar un «yo» en esta «autobiografía impersonal» y es muy cierto. La forma de abarcar su vida es captar la duración que constituye su paso por la tierra en una época determinada, ese tiempo que la ha atravesado, ese mundo que ella ha grabado, solo con vivir (nace en 1940 y esta obra se publica en 2008).

La forma de su libro surge, por tanto, «de una inmersión en las imágenes de su memoria para detallar los signos específicos de la época», se trata, dice la autora, de «un relato resbaladizo» en un continuo en el que apenas da referencias cronológicas. De esta forma Ernaux refleja de manera magistral la dimensión vivida de la Historia a través de la memoria individual y colectiva.

Los años es un viaje en el tiempo en el que vemos cambiar las costumbres, la cultura, las relaciones personales y familiares, al compás de los cambios económicos, de los hábitos de consumo, del ámbito laboral y de cuidados, de la propia sociedad francesa, de las decepciones políticas (la reelección del socialista Mitterrand nos devolvía la tranquilidad, «más valía vivir con la izquierda sin esperar nada que ponerse nerviosos todo el tiempo con la derecha», de Mayo del 68, etc.

Hace una descripción magnífica de cómo se rompió el tiempo «normal» de la existencia en Mayo del 68 y se desencadenó un tiempo huracanado, un tiempo cualitativo, gozoso, no mesurable, no utilitario (Walter Benjamin):

«Una noche escuchamos (…) [que] había barricadas en el barrio Latino (…). Ahora nos dábamos cuenta de que pasaba algo y ya no teníamos ganas de de hacer vida normal al día siguiente. Nos cruzábamos, indecisos, nos reuníamos. Dejábamos de trabajar sin razón precisa ni reivindicación, por contagio, porque es imposible hacer algo cuando surge lo inesperado, salvo esperar. Lo que sucediera al día siguiente, no lo sabíamos y no buscábamos saberlo. Era un tiempo aparte».

El transcurso de su vida personal (tomando como referencia fotografías y la memoria) se entremezcla, como es evidente en esta cita, con los sucesos de la época conformando una autobiografía colectiva en el que el habitual «yo» deja paso al «nosotros» para construir un caleidoscopio de hechos, acontecimientos, pequeños y grandes cambios y su viaje de la infancia a la adolescencia, la madurez y la vejez.

Quizás, la llegada a la vejez desliza sentimientos de nostalgia al ver el pasado como parte de sí misma y sentir cierta frustración por el fracaso de la confianza en que el progreso significaría una mejora que, ni siquiera en Francia, se ha realizado, mucho menos en el conjunto del planeta.  

Ernaux utiliza un estilo rápido, directo, conciso, con cambios de ritmo continuos, combinando explicaciones más largas con pequeños fragmentos de pocas líneas que inicia en minúscula. Un estilo que te impregna mientras lees porque resulta cercano y poco intelectualizado.

 

domingo, 3 de marzo de 2024

CONGRESO INTERNACIONAL

 

Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)

Universidad Carlos III de Madrid - Universitat Oberta de Catalunya 

Lugar: Campus UC3M, Madrid - Puerta de Toledo (Madrid) 

20 - 21 de marzo de 2024


En el marco del importante desarrollo académico de los estudios anarquistas a nivel global, ha surgido un interés renovado por la cultura impresa libertaria (Madrid y Soriano 2012; Souza Cunha 2018; Yeoman 2022; Ferguson 2023), base sobre la cual se desarrolló de manera impensada el que es considerado como primer movimiento político transnacional (Moya, 2009). La cultura impresa anarquista fue masiva y enciclopédica y, en su afán por educar al humilde, tuvo la capacidad de circular textos de muy diversa índole: literarios, científicos, técnicos y, por supuesto, ideológicos, entre tantos otros. Con esta agitada actividad impresora y traductora, los anarquistas y las anarquistas fueron agentes pioneros y muy activos en la transferencia de saberes transnacionales. Participaron en redes de intercambio y producción de impresos que “globalizaron el anarquismo” (Prichard, 2022; Eitel 2022) en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

Paralelamente, y a pesar de que el rol que las mujeres jugaron en el movimiento anarquista ha sido revisitado en los últimos cincuenta años (Nash 1975; Rowbotham 1992; Enckell 2010; Pezzica 2013), hay aún mucho territorio por ser explorado en lo que respecta a la manera en la que las mujeres anarquistas o cercanas al movimiento participaron en esa cultura impresa. El movimiento anarquista abordó, desde sus primeros escritos, temáticas ligadas a la relación entre los sexos, a la familia y a la sexualidad. Muchas editoras y traductoras realizaron estas tareas con las miras puestas en ahondar en la igualdad práctica y teórica al interior y al exterior del movimiento, reclamando para las mujeres una misma educación y oportunidades de participación, reivindicando una idéntica pasión por la libertad y pregonando que las mujeres poseen ellas también condiciones y motivos para la lucha contra el estado. Este activismo impresor puede ser considerado «feminista», con todas las discusiones que acarrea la utilización del término en contextos anarquistas (Barrancos 1990 y 1996).

La labor en tanto que editoras y/o traductoras de figuras femeninas clave del anarquismo internacionalista como Louise Michel, Emma Goldman, Lucy Parsons, Soledad Gustavo o Virginia Bolten así lo sugiere. Permite intuir la importancia de los vínculos entre mujeres, movimiento anarquista y cultura impresa. Junto a ellas, una pléyade de mujeres anarquistas, o cercanas a los medios anarquistas, destacaron en las tareas de editar, imprimir y traducir textos, libertarios y no libertarios.

El encuentro que proponemos pretende continuar recuperando el papel que le cupo a las mujeres anarquistas en la edición y traducción de textos, volviendo a aquellas más conocidas y sacando del olvido a otras muchas. Abarcando y poniendo en diálogo por primera vez en torno a este tema a un amplio abanico de disciplinas, desde la historia política, intelectual y de la edición, hasta los estudios de traducción y de prensa periódica, entre otras, este encuentro se propone dar respuesta a las siguientes preguntas:

¿Cómo intervinieron las mujeres en la circulación de textos esenciales para la difusión de las ideas anarquistas en diversas lenguas y territorios? ¿De qué manera tejieron redes entre personas y publicaciones para construir o desarrollar sus proyectos editoriales o traductivos? ¿Quiénes entre ellas editaron libros, panfletos, folletos o prensa? ¿o bien pusieron a trabajar sus habilidades lingüísticas para dar a conocer un poema o una proclama en otra lengua? ¿Qué dificultades encontraron y cómo lidiaron con ellas? ¿Cómo investigar el lugar de las mujeres en actividades, a menudo subalternas e invisibilizadas, de producción editorial y traducción? ¿De qué manera rescatar sus figuras en una cultura impresa donde a veces primaba el anonimato o el uso de seudónimos? ¿Cómo pueden asistirnos nuevas metodologías y herramientas, como las humanidades digitales, en esta tarea?

Estamos convencidas de que en la convergencia de especialistas de diferentes ámbitos universitarios será posible la producción de nuevos conocimientos sobre la agencia de las mujeres en el contexto de la cultura impresa anarquista.

Participo en la mesa titulada Mujeres Libres. 

El 20 de marzo, 11:30- 13 h. 

Universidad Carlos III, Campus Puerta de Toledo, Ronda de Toledo 1, Aula 1. A. 08

viernes, 23 de febrero de 2024

EL TIEMPO NORMAL Y LA ACELERACIÓN DEL TIEMPO

 



La búsqueda en la que estoy empeñada está centrada en reconsiderar el concepto de revolución, en sopesar la experiencia del tiempo, en la importancia de diferenciar ideas de ideologías, en las vivencias de la emancipación, y en todo aquello que está vinculado a la manera en que las mujeres se adentran en esas experiencias y tejen vivencias que la historia convencional tiende a descartar.

Quizás, aunque parezca excesivamente pretencioso, el propio concepto de historia hay que ponerlo en cuestión. En todo caso, a diferencia de lo que plantea la Historia con mayúscula de poner distancia con los hechos, de acercarse objetivamente a los acontecimientos, me voy situando en otra posición en la que conocer los hechos sin poner distancia, desde dentro y con planteamientos empáticos (la Academia puede descartar mi intento por subjetivo, no importa).

Salir de los caminos convencionales por los que ha transitado la Historia me lleva gozosamente a libros poco convencionales como el de Furio Jesi[1]. Dice Andrea Cavalletti en su Prefacio, que el libro de Jesi es «una obra de montaje (…) en la que se suceden veloces secuencias narrativas y saltos teóricos vertiginosos». Pese a su título no es una historia de la insurrección espartaquista porque lo que le interesa al autor es conocer aquellos sucesos para entender lo que es la revuelta y la experiencia del tiempo, algo que se puede aplicar a otras revueltas.

Nos sorprende Jesi cuando afirma que, del pasado, lo que de veras importa es lo que no se recuerda. El resto, lo que la memoria conserva o puede encontrar, es solo un sedimento. ¿Dónde queda la memoria histórica, ahora denominada memoria democrática, con esta afirmación?

Jesi establece en la Introducción el punto teórico decisivo de su libro: la oposición entre idea e ideología, entre la epifanía inmediata de la idea y su endurecimiento en el canon ideológico, por lo tanto, entre novedad y continuidad, tiempo de subversión y tiempo de memoria. Vinculada a esa oposición idea/ideología, establece la diferencia entre revuelta y revolución.


Para Jesi, la diferencia entre revuelta y revolución no debe buscarse en los fines de una y otra, ambas pueden tener el objetivo de tomar el poder. Lo que las distingue es una diferente experiencia del tiempo. La revuelta es un repentino foco de insurrección que puede insertarse dentro de un diseño estratégico pero que de por sí no implica una estrategia a largo plazo, y la revolución por el contrario es un complejo estratégico de movimientos insurreccionales coordinados y orientados relativamente a largo plazo hacia los objetivos finales. La revuelta es la suspensión del tiempo histórico, al contrario que la revolución que está entera y deliberadamente inmersa en el tiempo histórico. Es la suspensión donde se libera la verdadera experiencia colectiva. Toda revuelta es batalla en la que se elige participar deliberadamente y cada persona forma parte de la comunidad, la batalla es la batalla de la comunidad.

Al ser la revuelta la suspensión del tiempo histórico, los partidos y sindicatos que son estructuras inmersas en el tiempo y en el espacio histórico, son echados de la revuelta, o aceptan suspender temporalmente la autoconciencia de su propio valor, o se encuentran en abierta competencia con la revuelta. En la revuelta solo existen grupos de contendientes.

Indudablemente, el tiempo normal es un concepto burgués y el fruto de una manipulación burguesa del tiempo. Este le garantiza a la sociedad burguesa un transcurrir tranquilo. Es cierto que el propio sistema puede suspenderlo deliberadamente, por ejemplo, en las guerras. De esta forma, mientras dure la guerra, los hombres serán situados en un tiempo distinto, el de la experiencia guerrera (turnos de guardias, marchas, construcción de trincheras y fortificaciones, ataques…). Todo tiene valor en función de la guerra: en las fábricas se trabaja para la guerra, en casa se vive al ritmo de la guerra, alguien cercano está en la guerra, etc.

Una cosa distinta es que el tiempo normal salte por los aires como consecuencia de una revuelta o una revolución. Si tal cosa sucede todos los mecanismos de la sociedad burguesa se pondrán en marcha para que el dispositivo normalizador vuelva a funcionar.

La Guerra Civil española y la Revolución Libertaria pusieron de manifiesto cómo se llevó a cabo la revolución y como las mujeres participaron en esta de manera diferenciada y sin que nadie las invitara a implicarse en ella. La separación de revuelta y revolución no la veo clara en estos acontecimientos, pero indudablemente hay una diferencia entre la revolución masculina y la femenina en la que tiene mucho que ver la diferencia entre ideología y explosión de ideas. Igualmente hay una experiencia del tiempo que resulta relevante y a la que no se ha dedicado apenas atención.

Por último, no fue el bando insurrecto quien batalló por el retorno al tiempo normal en la zona republicana, sino los partidos y sindicatos frentepopulistas opuestos radicalmente a la suspensión del tiempo y la vuelta al dispositivo normalizador del tiempo.

Laura Vicente

 

[1] Furio Jesi (2014): Spartakus. Simbología de la revuelta. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.

 

martes, 13 de febrero de 2024

LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA

 



Ya habréis adivinado por el título que voy a hacer referencia al texto de Étienne de La Boétie[1], un texto que he leído muchas veces, la última hace un par de semanas. Volví a leerlo porque me asombra ver a partidos políticos que dicen que la política es negociación y pacto y que eso justifica el decir sí a lo que ayer dije que no, haciendo de «la necesidad virtud». No importan las promesas hechas en campaña electoral, se dicen muchas cosas para atraer el voto y todo el mundo lo sabe y lo comprende.

Pero por encima de todo, me llama la atención que quienes votan, personas que se consideran de «izquierdas», acepten la mentira tranquilamente y comprendan que hay necesidades superiores (por ejemplo, amnistiar a malversadores de dinero público que no invirtieron en sanidad o en enseñanza o en afrontar la sequía o tantas otras necesidades de la mayoría de la población) que justifican el engaño. Que se haga desde la derecha no es sorprendente, pero que personas que se consideran de izquierdas justifiquen la mentira para olvidar lo que hizo un partido de derechas en su tarea de gobierno resulta pasmoso.

No confío en la clase política, mucho menos en el Estado y sus aparatos de control, dominación y castigo, por eso no voto. Aunque procuro mantenerme ajena a la política institucional, no puedo evitar el asombro ante la confianza de quienes votan mostrando un comportamiento sumiso y dócil ante un sistema político cada vez más degradado.

Pero pasemos a hablar de un opúsculo inspirador que no es de extrañar que resultara atractivo a las mentes despiertas de los y las anarquistas de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX y que era habitual en las pequeñas, pero bien nutridas, bibliotecas de los obreros y obreras.

En el siglo XIX, cuando arraigó el anarquismo en España, la escritura marcaba una diferencia de clase: se abría una brecha entre hablantes y escribientes, iletrados y letrados. No dominar la lectura y la escritura era percibido por las clases trabajadoras como una carencia, el anarquismo batalló para llenar ese vacío partiendo, muchas veces, del autodidactismo. No es raro, por tanto, la proliferación de escritores y escritoras dentro del mundo ácrata, así como la fundación de periódicos y revistas. Donde había anarquistas había periódicos y, por tanto, obreros y obreras «ilustradas».

¿Qué les pudo resultar atractivo, a anarquistas españoles, de un texto escrito en el siglo XVI? Hay un aspecto crucial que puede dar una explicación a esta pregunta, la lucha de emancipación la entendía el anarquismo también como autoemancipación de los dispositivos de poder, de los prejuicios, de la ignorancia, de las trabas que oprimían potencialidades y que se expresaban en actos comunes y cotidianos. La anarquía no era un lugar donde llegar gracias a una consecuencia lógica o científicamente deducible, sino una búsqueda a través de la lucha colectiva, pero también de una lucha en la construcción cotidiana para acercar lo máximo posible la brecha entre fines y medios.

En ese contexto, era normal el interés por La Boétie que reflexionaba acerca de las motivaciones de la dominación y de la tiranía. Este autor señaló tres causas de la servidumbre voluntaria, antítesis del deseo de autoemancipación ácrata: en primer lugar, la costumbre y la educación, en segundo lugar, la corrupción, y por fin, la violencia. El centro de la reflexión era la libertad, (…) un bien tan grande y placentero, que el perderlo es causa de todos los males (…). La libertad era entendida como un elemento natural, al que muchos seres humanos renunciaban sometiéndose al poder. El tirano era astuto y sabía cómo embrutecer a sus súbditos para lograr esa renuncia a la libertad.

La pregunta que se hacía La Boétie es plenamente actual y tiene que ver con el estupor que le causaba que la mayoría obedeciera a uno solo y quisiera servirle. La renuncia a la libertad se producía según La Boétie, muchas veces, sin necesidad y siempre suponía una degradación y la pérdida de humanidad de la persona. Si las personas no podían afrontar el hecho de su propia libertad siempre creerían y confiarían en redenciones venidas desde fuera y la humanidad permanecería alienada si no encontraría el camino para vivir en libertad.

Hay alguna luz para rechazar la servidumbre. Según La Boétie, la amistad, que siempre era igualitaria, era clave para desarrollar el amor mutuo. Los libros y la ciencia eran también claves puesto que daban al ser humano el sentimiento de sus derechos y el odio a la tiranía. Por tanto, era fundamental mantener la mente despejada y el espíritu clarividente, tomándose la molestia de pulirla por el estudio y el saber.

No creo que hayamos avanzado mucho, sino retrocedido, en esa búsqueda de la clarividencia manteniendo la mente despejada que proponía La Boétie. El estudio y el saber se ven sobrepasados en la actualidad por una masa no filtrada de informaciones que embotan por completo la percepción provocando, incluso, perturbaciones psíquicas.

El ruido del «enjambre digital», como señala Byung-Chul Han[2] es constante y se refleja en individuos aislados que no desarrollan ningún «nosotros», que no marchan en una misma dirección, no se manifiestan en una sola voz, son fugaces y por ello no desarrollan energías políticas ni cuestionan las relaciones de poder dominantes.

Los representantes del pueblo no se perciben como peones del «pueblo» sino del sistema (de ahí las revueltas reaccionarias antisistema). Caminamos a una democracia desideologizada (por eso da igual decir hoy lo contrario de lo que se dijo ayer, las ideas son irrelevantes) en la que los políticos son sustituidos por expertos que administran y optimizan el sistema. Ese es el motivo por el que los representantes y los propios partidos políticos se hacen superfluos abriendo el camino a individualidades que los sustituyen (tipo Trump, Milei, Putin, Bukele y tantos otros).

Volviendo al inicio, cada cual que piense sobre la relevancia de la mentira y del engaño de la clase política, de la desideologización y de los motivos por los que sobra la pregunta del por qué, ante el es así. ¿Nos dirigimos a una tiranía cotidiana y de baja intensidad que presenta la servidumbre voluntaria bajo los ropajes de la seducción en medio del ruido del enjambre que Le Boétie no pudo ni imaginar?

 Laura Vicente



[1] La última edición que conozco es la siguiente: La Boétie, Étienne de, Discurso de la servidumbre voluntaria. Barcelona, Virus, 2016.

[2] Han, Byung-Chul, En el enjambre, Barcelona, Herder.