Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

jueves, 23 de febrero de 2017

AMO A IMRE KERTÉSZ

Lo que hoy en día presentan como democracia poco tiene que ver con la res publica; más bien lo llamaría democracia del libre mercado. (…) se encamina de manera descarada hacia la centralización, hacia la concentración del dinero y del poder; (…) ¿No nos aguarda un fascismo discreto, con abundante parafernalia biológica, supresión total de las libertades y relativo bienestar económico? (p. 25-26).

Por fragmentos como este amo a Kertész y aspiro a leer toda su obra, habrá quien ya lo haya hecho, a mí me quedan, por fortuna, algunas por leer. No las estoy leyendo ordenadamente aunque si leí Sin destino en primer lugar. Mi sexta lectura ha sido esta obra póstuma publicada en 2016.
La última posada son los diarios (auténticos y de ficción) escritos entre 2001 y 2009 pero también el intento de escribir la obra de ficción La última posada, que aparece dentro del libro. El formato de diario le da a Kertész la libertad para escribir de todo, acrecentada por el hecho de que asume su papel de escritor enfermo y viejo que se acerca a la muerte y lo explica sin guardarse nada. Es esta la razón por la que este último libro rezuma sinceridad y verdad, pero también afirmaciones políticamente incorrectas, a veces repetitivas que le dan una apariencia de espontaneidad, quizás descuido en algún momento, pero también frescura.


Esta especie de testamento vital y literario recoge todo aquello que se le ocurre al autor, así que las reflexiones sobre libros y autores ocupan un papel interesantísimo, por lo menos para mí. Su lucidez al observarse a sí mismo, y a su obra, es conmovedora a veces, perturbadora muchas otras.
¿Para qué sirve este cuaderno de bitácora? ¿No lo he abierto para apuntar los últimos fondeaderos, para apuntar las últimas copas en las últimas paradas, para girar el timón rumbo al último puerto? (106).

No es nada fácil hablar de la vejez y la muerte sin trabas como lo hace Kertész. Quizás esta última obra de Kertész no aporte nada nuevo a lo ya escrito pero su lectura te lleva por muchos de los vericuetos de su vida y de su manera de pensar. La libertad con la que expresa sus emociones, el existencialismo que rezuma todo el texto, el pesimismo-realismo sobre la situación actual (la existencia gregaria, la evolución hacia la incapacidad política, p. 11), sus opiniones literarias y musicales, todo aquello, en definitiva, que le resulta relevante en un momento dado, me interesa como lectora entusiasta de Kertész.
Algunas de las reflexiones por las que amo a Kertész:
La vejez -nunca lo había pensado- empieza de golpe. De un día para otro, casi de un instante para otro (16).
(…) la época en que vivimos es incompetente (17). 
El caos también es orden, pero el orden de otros (50). 
No hay que entender los libros, basta la inspiración que despiertan en nosotros, a menudo por el mero hecho de tenerlos en las manos y leerlos. No importa el libro, sino su lector (77). 
Budapest. Dicen que no me interesa lo que significa ser húngaro. No, les respondo, a mí me interesa lo que significa ser (226). 
Europa está en un evidente atolladero ético del que no logra salir desde Auschwitz (236). 
La escritura como el arte del silencio (268).

Una obra imprescindible. Así cierra el libro:
Siempre he tenido una vida secreta, y siempre ha sido la verdadera (294).







lunes, 13 de febrero de 2017

ESCRITORAS ANARQUISTAS. LA PALABRA COMO SEMILLA DE REBELIÓN


Este artículo del que soy autora ha sido publicado en el último número de la revista Crisis (10 Dciembre 2016).




En el siglo XIX cuando arraigó el anarquismo en España existía una división que tendemos a olvidar, la frontera entre la escritura y la oralidad.  La escritura marcaba una diferencia de clase: se abría una brecha entre hablantes y escribientes, iletrados o letrados[1]. No dominar la lectura y la escritura era percibido por las clases trabajadoras como una carencia, el anarquismo batalló para llenar ese vacío. Algunos/as anarquistas sabía leer y escribir pero su mundo era el oral, quizás por ello daban tanta importancia a la palabra escrita como semilla de rebelión que, si se extendía, podía acabar con la opresión.
No es raro, por tanto, la proliferación de escritores/as dentro del mundo ácrata, así como la fundación de periódicos y revistas, de vida efímera muchos de ellos, pero que constituía un elemento clave de su idiosincrasia, mucho más que las orsinis o las stars que el poder ha convertido en signo de identificación del  anarquismo. Donde había un anarquista había un periódico y, por tanto, obreros/as ilustradas.
Un ejemplo de obrera ilustrada es Teresa Claramunt (1862-1931)[2], obrera textil cuya formación académica se limitó a los estudios primarios hasta los diez años y que escribió centenares de artículos en la prensa anarquista, una obra de teatro, titulada “El mundo que muere y el mundo que nace”[3] y un  folleto de dieciséis páginas  titulado, La mujer. Consideraciones generales sobre su estado ante las prerrogativas del hombre. En este texto, publicado en 1905, sentó los fundamentos del feminismo anarquista obrerista.
Pero Teresa destacó sobre todo como maestra en el arte de la palabra oral. De ella decía Federica Montseny (1905-1994) que tenía una voz impregnante, una voz que atraía enseguida, destacaba como oradora por su fuerza expansiva, simplista, por su simpatía, que atraía las almas. Federica reafirmaba que Teresa no tenía cultura, no usaba frases floridas, pero tenía el instinto certero del Pueblo[4].
La propia Federica Montseny fue otra mujer escritora, con formación proporcionada por su madre, Teresa Mañé (1865-1939), ya que nunca fue a la escuela. Mañé, amiga de Teresa, tuvo formación como maestra y es otra de las pioneras del feminismo anarquista que escribió y dio vida, junto con su compañero Juan Montseny, a una de las revistas anarquistas más interesante, La Revista Blanca[5].
Federica fue una destacada dirigente y una de las intelectuales anarquistas más prolíficas, ya que escribió unos seiscientos artículos, quince folletos, dos novelas y alrededor de cincuenta cuentos dentro de las series de La Novela Ideal y La Novela Libre publicadas por la editorial de La Revista Blanca[6]. Las novelas sociales eran textos breves que creaban héroes y heroínas de barriada que desafiaban a patronos, padres autoritarios, caciques o curas. Estas novelas se introdujeron en los hogares obreros y sus protagonistas formaban parte de las conversaciones vecinales, sindicales o de los cafés de las cooperativas, posibilitaban el debate, la exclamación, la simpatía o el odio hacia personajes y temas conocidos por quienes las leían. Tuvieron un éxito extraordinario y se llegaron a hacer tiradas de diez mil ejemplares, llegando algunas a los cincuenta mil[7].
La II República fue un importante momento de visibilidad de las mujeres en la esfera pública como es el caso de Lucía Sánchez Saornil (1895-1970). Nacida en Madrid, con veintiún años ingresó en la plantilla de  Telefónica como operadora y ese mismo año vio publicados algunos poemas en la revista Los Quijotes. Ya en CNT, en 1927 fue castigada por su actividad sindical y trasladada a Valencia durante dos años. Despedida antes de la proclamación de la II República fue readmitida en octubre de 1936 y estuvo en plantilla hasta mayo de 1939 cuando fue suspendida al ser “depurada”[8].
En Los Quijotes firmaba con el seudónimo masculino de Luciano de San-Saor. Sus primeros poemas fueron arrebatos sentimentales de fino lirismo que se podían incluir dentro del modernismo. Eran poemas amorosos, de un yo masculino, dirigidos a un destinatario femenino que revelaban una considerable osadía por su concepción sensual y su rechazo del ideal del amor-pasión[9].
En 1918 Vicente Huidobro trajo de Paris la propuesta del movimiento vanguardista conocido como Ultraísmo: conjunción de elementos futuristas, dadaístas y creacionistas. En enero de 1919 se constituyó el grupo y ese mismo mes la revista Cervantes publicó un Manifiesto fundacional, Lucía fue la única representante femenina.
Su primer poema próximo a la estética de vanguardia fue publicado en junio de 1919 en la revista Cervantes, son versos sin rima con motivos procedentes de la vida contemporánea preconizados por el futurismo y alguna metáfora audaz. Lo que no abandonó fue su temática sentimental (Martín, 1992: 51-52). En sus poemas Lucía ya provocaba una cierta desestabilización de los estereotipos de género y una  dimensión lésbica que influyeron en su posterior decantación en favor de la emancipación femenina.
Su compromiso de clase pronto se amplió con el de género, materializándose en la propuesta de crear una revista cuyo primer número salió, en mayo de 1936, con el título de Mujeres Libres. Las fundadoras, que además de Lucía, fueron Mercedes Comaposada (1901-1994) y Amparo Poch (1902-1968), deseaban crear espacios colectivos para facilitar el encuentro e impulsar la capacitación laboral y el acceso a la educación de las obreras. Fue ese mismo año cuando se constituyó la organización  “Mujeres Libres” que demostró un grado de conciencia feminista muy desarrollado al cuestionar el sistema patriarcal y vincular la emancipación femenina con la transformación revolucionaria, es decir, uniendo lucha de género y lucha de clases. Con una gran modernidad de planteamientos asentó la libertad femenina a partir del desarrollo de la independencia psicológica y de la autoestima. De este modo, las mujeres se convertían en sujetos de su proceso de liberación, que no solo se basaba en la independencia económica, sino en el empoderamiento y la afirmación de la personalidad femenina.
Al producirse el alzamiento militar, miles de mujeres irrumpieron en el escenario público en defensa de la República y/o de la revolución social. Durante la guerra las mujeres alcanzaron una visibilidad y un reconocimiento jamás logrado. Algunas llegaron a desempeñar responsabilidades políticas como fue el caso de Federica Montseny primera mujer ministra en España al detentar la cartera del recién creado Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Montseny nombró como colaboradoras a la Dra. Mercedes Maestre (UGT) en Sanidad y a la Dra. Amparo Poch (“Mujeres Libres” y CNT) en Asistencia Social, cuando esta se trasladó en el otoño de 1937 a Barcelona fue directora del Casal de la Dona Treballadora dedicado a la capacitación de la mujer obrera.
Lucía participó activamente y se involucró en el proceso revolucionario puesto en marcha con el golpe de Estado y continuó escribiendo poemas como el de “Madrid, Madrid, mi Madrid” en 1936, poema incluido en su “Romancero de Mujeres Libres” (1938). Estos poemas tenían inferior calidad a los de su etapa ultraísta, son poemas escritos desde la militancia, a vuelapluma, que buscaban la comunicación inmediata para exacerbar los sentimientos revolucionarios.
Lucía resistió en Madrid hasta mediados de 1937, luego se trasladó a Valencia y se integró en la redacción del semanario gráfico Umbral, fue en esta ciudad donde conoció a las hermanas Barroso y una de ellas, América  (Mery), trece años más joven que Lucía, se convirtió en su compañera para siempre (Fontanillas y Martínez, 2014: 47).
La actividad intensa de Lucía continuó durante el año 1937, tanto en “Mujeres Libres”, ya que asistió y glosó los acuerdos tomados en su Conferencia Nacional donde quedó constituida la Federación Nacional, como en su faceta de escritora, ya que asistió al XI Congreso de escritores antifascistas. Umbral se trasladó a Barcelona a finales de 1937, o principio de 1938, y Lucía y Mery marcharon también a esta ciudad. Igual decisión adoptó “Solidaridad Internacional Antifascista” (SIA) que renovó su Consejo Nacional  con la incorporación, entre otros, de Lucía en Prensa y Propaganda. En mayo de 1938 Lucía asumió la función de Secretaria General (Fontanillas y Martínez, 2014: 50-51).
Cuando el fin de la guerra se aproximaba, Lucía (y Mery) se instalaron brevemente, representando a la SIA, en Perpiñán (enero de 1939), expulsada en febrero por el Prefecto de esta localidad se trasladaron a París para continuar con la labor de SIA. La entrada de los alemanes en París las expulsó hacia el sur y llegaron a Montauban a principios de 1940, a finales de 1942 partieron de esta localidad hacia España por el riesgo de caer en manos de la policía de Vichy o de los alemanes (Fontanillas y Martínez, 2014: 59).
Se instalaron en Madrid  y se ganaron la vida en trabajos precarios, Lucía estaba indocumentada (y así vivió durante diez años) y era Mery la que daba la cara y entregaba el trabajo. Temiendo ser localizadas se trasladaron a Valencia en 1944 y cuando Lucía logró tener documentación trabajó en empleos mejor pagados. La soltería de ambas y el mantenimiento de su compromiso afectivo y sexual fueron un desafío y un reto cotidiano por la red de delatores e informadores policiales que velaban por la aplicación de los principios morales del régimen. Pese a ello mantuvieron su estilo de vida independiente con empleos remunerados.
Lucía nunca dejó de escribir versos, en sus últimos poemas hizo balance reconociendo sus fracasos: has jugado y perdiste: eso es la vida, pero a la vez afirmando la exaltación de vivir y la entrega apasionada a un ideal: ganar o perder no importa nada/ lo que importa es poner en la jugada/una fe jubilosa y encendida [10].
La vida de Lucía, igual que la de miles de mujeres comprometidas en el bando republicano, fue una lucha constante por negar la sumisión femenina a través de sus ideas y su comportamiento. Su compromiso decidido con la revolución y la emancipación femenina le llevó a ampliar los límites de lo posible y a soñar con otro mundo posible. El franquismo fue un duro correctivo para estas mujeres y, aunque mantuvo intacto su modo de vida, en si heterodoxo, la desesperanza debió hacer dudar a Lucía de la existencia de ese otro mundo posible por el que tanto luchó hasta su exilio, exterior primero e interior después. Quizás por eso, sobre su tumba, América mandó escribir: “Pero… ¿es verdad que la esperanza ha muerto?”, primer verso de “Sonetos de la desesperanza”.



[1] Arlette Farge (2008): Efusión y tormento. El relato de los cuerpos. Historia del pueblo en el siglo XVIII. Katz Editores, Madrid, p. 61. 
[2]Laura Vicente (2005): “Teresa Claramunt. Des de l’altre banda de la “perfecta casada”. La dona sotmesa al “tirano de blusa y alpargata”. Cercles, Universitat de Barcelona, 8. Laura Vicente (2006): “Los inicios del feminismo en el obrerismo catalán. Un folleto de Teresa Claramunt”. Arenal, 13.
[3] Laura Vicente (2006): Teresa Claramunt. Pionera del feminismo obrerista anarquista. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, pp. 123-125. La obra fue estrenada en 1896.
[4] Federica Montseny (1938): “La mujer en la paz y en la guerra”, Conferencia celebrada en el Centro de Mujeres Libres. Publicaciones Mujeres Libres, Barcelona, p. 12.
[5] Sobre esta revista es interesante el libro de Dolors Marín i Silvestre y Salvador Palomar i Abadia (2006): Els Montseny Mañé un lanboratori de les idees. Publicacions de l’Arxiu Municipal de Reus, Reus. En la revista colaboraron escritores como Dorado Montero, Unamuno, Giner de los Ríos, Cossió, Azcárate, Benavente, Brossa o Clarín.
[6] Mary Nash (1975): “Dos intelectuales anarquistas frente al problema de la mujer: Federica Montseny y Lucía Sánchez Saornil”. Convivium, 44-45, pags. 73-99, p. 74.
[7] Sobre este tema ha escrito Dolors Marín (2010): Anarquistas. Un siglo de movimiento libertario en España. Ariel, Madrid, pp. 212-213.
[8] Lucía Sánchez Saornil (2014): Poeta periodista y fundadora de Mujeres Libres. Introducción y selección de Antonia Fontanillas Borràs y Pau Martínez Muñóz. Madrid, La Malatesta, pp. 27-30.
[9] Rosa Maria Martin Casamitjana (1992): “Lucía Sánchez Saornil. De la vanguardia al olvido”. DUODA, Revista d’Estudis Feministes, núm. 3, págs. 45-66, p. 48.

[10] Luz Sanfeliu Gimeno (2010): "Lucía Sánchez Saornil; una vida y una obra alternativas a la sociedad de su tiempo", en VV.AA.: Granada, treinta años después: aquí y ahora. Granada. Edita Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas, 2010, pp. 535-541. Consultado por internet, p. 6. http://www.feministas.org/IMG/pdf/Mesa_memoria_franquismo-_Lucia_Sanchez_Saornil.pdf


viernes, 3 de febrero de 2017

AFINIDAD ELECTIVA Y ANARQUÍA

Diversas ideologías y creencias religiosas se han fundamentado en una pretensión de totalidad y hambre de lo trascendente, necesitando  alimentar las mentes de sus seguidores/as de manera continuada a base de mitos. Todas ellas se han aprovechado (y se aprovechan) de la reserva emocional de los seres humanos, por ello  en sus actos y celebraciones, los participantes comunican y comparten valores (tierra, historia, ancestros, mitos, etc.) y emociones.

AGUSTÍN COMOTTO

La anarquía es justamente el rechazo de todo principio absoluto, de todo principio inicial, la anarquía es la afirmación de lo múltiple, de la diversidad ilimitada de los seres y de su capacidad  para pensar y construir un mundo sin jerarquías, sin dominación, sin mitos que supongan dependencias. Sin intentar convertir la libertad en otro absoluto, la anarquía busca la libre asociación de fuerzas radicalmente libres y autónomas que pueden mostrar la capacidad para expresar el poder de que son portadoras las personas. La anarquía busca liberar trabas, mitos y dependencias, permitiendo ir hasta el límite de lo posible.

La “afinidad electiva”[1] es una noción reinterpretada por el movimiento libertario que tiene, en parte, su origen en la novela de Goethe, Las afinidades electivas (1809), que pone en tela de juicio los fundamentos del matrimonio y le permitió a su autor reflexionar en torno a la moral, el dominio de sí y la alienación enfermiza causada por la dificultad de enfrentar las propias pasiones.
Las afinidades entre las personas toman en consideración el temperamento, las diferentes formas de sensibilidad, los diferentes rasgos de carácter  y las diferentes maneras de integrarse con los demás. La asociación debería ser el arte de despertar lo mejor de cada persona, descartando lo peor, la capacidad de movilizar recursos nuevos, positivos y portadores de libertad y de vida. Romper con los estereotipos y los roles impuestos requiere que se ponga a su servicio lo mejor de quienes se organizan por afinidad.

Ejemplos de afinidad electiva fueron los diversos grupos de Mujeres Libres/Libertarias de la época de la Transición que se asociaron en grupos de rebeldes, desobedientes y heterodoxas que indagaron y lucharon por buscar caminos no explorados.


 [1] Esta reflexión ha sido inspirada por la caracterización de este concepto que hace Daniel Colson (2003): Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze. Nueva Visión, Buenos Aires.